Hoy, la genia encantacanes del parque ha alzado por encima de su cabeza a un perrillo de tamaño mediano, y ha comenzado a bessarlo y a zarandearlo deshecha en carcajadas mientras el perro, cual si fuera un bebé, la correspondía con un sonido en extremo parecido al de la risa humana. El motivo de que la escena me haya hecho tanta gracia, no habiendo podido evitar partirme el culo sin demasiada discreción, es que en torno a la extravagante mujercilla permanecían en corro los dueños de los perros del parque, dudando entre mirarla atónitos y entre seguir, haciendo como que nada pasaba, con sus conversaciones banales de treintañeros. La verdad es que gracias a que ciertos individuos, entre los que se cuenta la mujercilla del parque, no sepan ni por asomo lo que es la vergüenza, puedo disfrutar gratis y sin necesidad de ir al cine de auténticas secuencias de comedia.
Esta tarde he estado a punto de golpear a mi jefa. ¡Qué agobio de mujer, por Dios! Y no porque sea muy pesada, o porque se dedique en exclusividad a putearme, sino porque no soporto lo en serio que se toma su trabajo. ¿Cómo alguien puede tomarse en serio nada que tenga que ver con el funcionamiento de un chat sobre Gran Hermano? ¡Gran Hermano, por Dios! Yo, como moderadora del chat, estoy desseando que llegue un terremoto y se lleve por delante a todos los habitantes de la casa; pero mi jefa no, qué va. Sus 80 kilos de peso se estremecen de fastidio y terror cada vez que la jodida franja desaparece. ¡Apúntame la hora a la que se ha ido! ¡Apúntame la hora a la que ha vuelto! ¡Coño, pero si las putas franjas son como el Guadiana, y más con la pandilla de técnicos incompetentes o desmotivados de las que dependen! Pero en la oficina andan todos como locos... ¡y que si venga a llamar a los técnicos! ¡Y que si venga a mover el chat! ¡Y que si cuidado con lo que publicamos! Porque esa es otra, claro: el nivel de censura que debemos aplicar a los sms que recibimos es el de un franquismo moderado. La moderación, en este caso, se refiere a una serie de correctismos políticos que muy poco tienen que ver con la libertad de expresión, a saber: la homosexualidad es guay además de gay, maltrato es una palabra muy seria y España no es racista. Todo esto lo impone una cadena que decide introducir en la casa, como concursantes y en honor a Tod Browning, a una enana, a una negra, y a un chaval que dice que no es gay pero que tiene más pluma que mi edredón nórdico. ¡Hay que joderse! A la enana, que no es más mala y más puta porque no es más alta, hay que llamarla "Peke" o "Chiky", pero en ningún caso "enana", "Chuky", "Gollum", "hobbit" [ ojo con llamar hobbit a Almudena aunque a los guionistas del programa se les ocurra vestirla de Santiaguera, con una capa que arrastra un metro tras su espalda y un cayado que la dobla en altura], "mediometro", "mini- yo" o "Willow". ¡Cuidado con las descalificaciones, chicos! En caso de recibir un mensaje ambiguo, como puede ser "el veneno viene en frasco pequeño", el moderador debe tirar de sentido común y decidir si el contenido del mismo es o no publicable bajo las premisas de Telecinco. En el caso de ese mensaje, mi sentido común me susurró al oído lo siguiente: el perfume más caro cumple esa misma condición, así que ¡publica! En el de otros, mi sentido común me aconsejó no publicar y yo confié en su criterio: "Para follarse a la puta enana habría que agarrarla como si fuera un botijo". Un caso especial es aquel en que mi sentido común me aconseja no publicar y yo ignoro sus palabras: "Almudena [la enana] parece una Venus paleolítica" y "Vaya peazo jambas [pies] tiene Almudena. Le pegas un tiro y hay que empujarla pa’ que caiga". Y es que, qué le vamos a hacer, hasta en los ambientes más casposos y chonis se encuentran personas creativas y de talento ante las cuales al moderador no le queda otra que hacer la vista gorda.
En cualquier caso, lo único para lo que me ha servido alistarme en las filas de esta empresa es para contagiarme de un odio malsano hacia Telecinco. Cada vez que pienso en esta cadena acude a mi mente el nombre de Spider Jerusalem (para los que no hayan leído Transmetropolitan, sólo decir que se trata de un periodista inteligente y cabrón que se propone hundir a un senador y -esto es spoiler- lo consigue). Creo que hundir Telecinco podría proporcionarme una dosis en absoluto despreciable de felicidad pasajera y narcisista, esa es la verdad. Puedo entender la hijoputez, e incluso tolerarla, al nivel individual de un buscavidas, de un cazarrecompensas y aun de un kamikaze, pero jamás al nivel corporativo de una empresa de mierda. Y no por una cuestión de moralidad, sino de buen gusto. Hasta para vivir, casi en exclusiva, de humillar y extorsionar al ser humano, hay que seguir ciertas directrices estéticas. Y lo cierto, y sin exagerar un solo cabello, es que Telecinco se las salta todas. Para empezar, no permite crítica alguna por parte de los usuarios hacia sus programas o la organización de los mismos. Las palabras aburrido, tongo y montaje son tabú en el chat de GH; informar sobre el precio de los sms está rigurosamente vetado, los mensajes eliminados se cobran igualmente. Y no es que piense que los usuarios de este tipo de chats, o de chats en general, no se merecen que les hagan esto y mucho más, qué va, al contrario: el que todo este colectivo fuera borrado de la faz de la Tierra no haría más que bajar unas micras la media flagrante de la estupidez humana. Mi indignación, como ya he dicho, nada tiene que ver con aspectos morales o filantrópicos, y por mí podían irse todos a la mierda junto con la cadena que tantas emociones les proporciona a diario y a través de múltiples plataformas. Lo que veo como un problema es la mera existencia de Telecinco en el mismo planeta en el que vivo, y no otra cosa, y como además me ha tocado trabajar para ellos como empleada de una subcontrata de cretinismo similar, además de la indignación de base se ha gestado en mí una inquina categórica hacia todo lo que representa la cadena. Con esta explicación pretendo aclarar, por si quedaba alguna duda, mi completo descompromiso para con la causa del ser humano de a pie (que ni pertenece a mi misma especie, ni suscita en mí la más ligera de las empatías).
Esto es lo primero que puedo escribir desde hace más o menos dos semanas. Trabajar me reseca el cerebro y me convierte en un despojo disléxico sin talento alguno para la artesanía literaria. Aquel que dijo que el ser humano es un animal trabajador, debía de estar borracho en el momento de la aseveración. Trabajar, y sobre todo trabajar con buen talante, es una habilidad exclusiva de la plebe. El arte surge de la ociosidad y de la profilaxis con respecto a lo mundano- pragmático. Lo mundano- pragmático obstaculiza el disfrute de lo mundano- estético, que además de inútil por completo es por completo sublime y meritorio. Hacer de lo mundano- estético una razón de ser, o un leit- motiv, debería considerarse ritual iniciático obligatorio para todo ser humano que aspire al arte como forma emblemática de enamorarse de sí mismo, y aun de sus semejantes. La capacidad de compaginar alegremente y sin conflicto alguno arte y trabajo debería ser penada con la guillotina. El individuo emprendedor debería ser guillotinado sin derecho a juicio justo ni demás mariconadas por el estilo. Nadie puede ser emprendedor sin renunciar, por lo bajines, a la indomabilidad inherente a cualquier naturaleza genuina que se precie. Nadie puede denominarse indomable si no decepciona, en uno u otro instante, las esperanzas puestas en él de sus semejantes por consanguinidad. La familia es la principal fuente de conflictos emocionales de cualquiera. Lo que a la familia le parece bien al artista le parece catastrófico (lo cual, mal que nos pese a todos, es un universal). Quien ama a Dios o a sus padres por sobre todas las cosas no se merece, ni de lejos, la denominación de "artista". Quien desprecia a sus padres sin culpabilidad alguna no es un artista, sino un psicópata. El psicópata se diferencia del artista en el nivel de culpabilidad con respecto a la causa que le atañe.
En cualquier caso, lo único para lo que me ha servido alistarme en las filas de esta empresa es para contagiarme de un odio malsano hacia Telecinco. Cada vez que pienso en esta cadena acude a mi mente el nombre de Spider Jerusalem (para los que no hayan leído Transmetropolitan, sólo decir que se trata de un periodista inteligente y cabrón que se propone hundir a un senador y -esto es spoiler- lo consigue). Creo que hundir Telecinco podría proporcionarme una dosis en absoluto despreciable de felicidad pasajera y narcisista, esa es la verdad. Puedo entender la hijoputez, e incluso tolerarla, al nivel individual de un buscavidas, de un cazarrecompensas y aun de un kamikaze, pero jamás al nivel corporativo de una empresa de mierda. Y no por una cuestión de moralidad, sino de buen gusto. Hasta para vivir, casi en exclusiva, de humillar y extorsionar al ser humano, hay que seguir ciertas directrices estéticas. Y lo cierto, y sin exagerar un solo cabello, es que Telecinco se las salta todas. Para empezar, no permite crítica alguna por parte de los usuarios hacia sus programas o la organización de los mismos. Las palabras aburrido, tongo y montaje son tabú en el chat de GH; informar sobre el precio de los sms está rigurosamente vetado, los mensajes eliminados se cobran igualmente. Y no es que piense que los usuarios de este tipo de chats, o de chats en general, no se merecen que les hagan esto y mucho más, qué va, al contrario: el que todo este colectivo fuera borrado de la faz de la Tierra no haría más que bajar unas micras la media flagrante de la estupidez humana. Mi indignación, como ya he dicho, nada tiene que ver con aspectos morales o filantrópicos, y por mí podían irse todos a la mierda junto con la cadena que tantas emociones les proporciona a diario y a través de múltiples plataformas. Lo que veo como un problema es la mera existencia de Telecinco en el mismo planeta en el que vivo, y no otra cosa, y como además me ha tocado trabajar para ellos como empleada de una subcontrata de cretinismo similar, además de la indignación de base se ha gestado en mí una inquina categórica hacia todo lo que representa la cadena. Con esta explicación pretendo aclarar, por si quedaba alguna duda, mi completo descompromiso para con la causa del ser humano de a pie (que ni pertenece a mi misma especie, ni suscita en mí la más ligera de las empatías).
Esto es lo primero que puedo escribir desde hace más o menos dos semanas. Trabajar me reseca el cerebro y me convierte en un despojo disléxico sin talento alguno para la artesanía literaria. Aquel que dijo que el ser humano es un animal trabajador, debía de estar borracho en el momento de la aseveración. Trabajar, y sobre todo trabajar con buen talante, es una habilidad exclusiva de la plebe. El arte surge de la ociosidad y de la profilaxis con respecto a lo mundano- pragmático. Lo mundano- pragmático obstaculiza el disfrute de lo mundano- estético, que además de inútil por completo es por completo sublime y meritorio. Hacer de lo mundano- estético una razón de ser, o un leit- motiv, debería considerarse ritual iniciático obligatorio para todo ser humano que aspire al arte como forma emblemática de enamorarse de sí mismo, y aun de sus semejantes. La capacidad de compaginar alegremente y sin conflicto alguno arte y trabajo debería ser penada con la guillotina. El individuo emprendedor debería ser guillotinado sin derecho a juicio justo ni demás mariconadas por el estilo. Nadie puede ser emprendedor sin renunciar, por lo bajines, a la indomabilidad inherente a cualquier naturaleza genuina que se precie. Nadie puede denominarse indomable si no decepciona, en uno u otro instante, las esperanzas puestas en él de sus semejantes por consanguinidad. La familia es la principal fuente de conflictos emocionales de cualquiera. Lo que a la familia le parece bien al artista le parece catastrófico (lo cual, mal que nos pese a todos, es un universal). Quien ama a Dios o a sus padres por sobre todas las cosas no se merece, ni de lejos, la denominación de "artista". Quien desprecia a sus padres sin culpabilidad alguna no es un artista, sino un psicópata. El psicópata se diferencia del artista en el nivel de culpabilidad con respecto a la causa que le atañe.
Y tras esta serie de aforismos made in Nietzsche me despido, contenta, hasta la próxima. Que os jodan y que me jodan, hijos de la gran puta: sé que me entendéis.
6 comentarios:
(¡Ladrillo va!) Decepciono constantemente a mi familia, ya sea en primer, segundo, tercer o cuarto grado de consanguinidad. Sin embargo, me tomo la molestia de decirles a los de primer grado que su estilo de vida me parece una mierda, por ejemplo. Por alguna razón, existe más comunicación y tolerancia entre nosotros después de que la más molesta y desgarradora de las sinceridades se haya abierto camino. Sin embargo, vivo con ellos para ahorrar MUCHA pasta con la que pirarme a vivir sin currar durante un par de años. C'est la vie.
Comprendo tu frustración y la de todo currante mínimamente atento a su entorno: el trabajo no dignifica, eso es una gran falacia. Defender los intereses de otro nunca ha sido tarea grata (a no ser que seas completamente gilipollas). Por eso nos pagan: compran nuestra obediencia, nuestro silencio y cualquier cosa presente en sus normas internas. Es difícil combinar la vida en sociedad y el ahondamiento en el camino del amor por la belleza en todas sus variantes, de ahí que me gustase tanto tu idea de robar o extorsionar a millonarios (preferiblemente cretinos). xD
Joder, pendona el ladrillo ;P no me pareció tan largo mientras lo iba escribiendo. Salu2
No, no sobran las palabras que nacen de la necesidad de poner en evidencia la necedad reinante. Frente a tanto despropósito de la razón, es necesario despotricar día y noche. Los viejos profetas lo sabían y a pesar de ser considerados charlatanes desquiciados, eran maestros en poner en evidencia las lacras de aquel sistema en el que les había tocado vivir.
¿Cómo combinar hoy en día placer estético y utilidad?
Quizás si contásemos con gente que practicase una suerte de violencia estética frente a la corrupción visual que intenta manipular nuestras vidas.
Alguien debería poner a la luz del sol, hasta que se corrompiesen, las tripas repugnantes de un sistema hipócrita y estúpido.
Aún reconociendo que no ha escrito nada que ya no haya pensado antes y muchas veces (por edad ya me toca, por lo tanto no tengo mérito alguno), tengo que admitir que usted tiene una forma de escribir rabiosamente provocativa.
Leyéndola nadie se duerme. Ni una línea se puede ignorar. Atiza y atiza hasta el final.
El trabajo alimenticio es una penalidad. ¡Pero indispensable! Esa plebe que nos sostiene no lo es en muchos casos por decisión propia ni por falta de buen gusto.
El arte solo puede surgir si la manutención está garantizada, por rentas, o por otros…
Ese fragmento que usted tiene en su perfil del Retrato de Dorian Gray lo dice todo. La utilidad está reñida con la belleza. E incluso embellecer lo útil es también inútil.
Que trabajar seca el cerebro lo sabe todo el mundo. Nadie sale indemne después de una rutina absurda de 8 o 10 horas diarias, haciendo sandeces.
Si la actividad en sí ya es frustrante para la mayoría, añadámosle el agravante del maravilloso ambiente laboral, donde siempre predominan los de siempre, los que mimetizan roles insoportables de falsa ejemplaridad laboral, cuando en realidad esa ejemplaridad es un maquillaje que esconde a rastreros y trepas de medio pelo que joderan a diestro y siniestro.
Entiendo su aversión personal por la cadena que cita. Pero su censura e indecencia no es diferente de la de cualquier otra empresa aunque no se dedique a la caspa y el cotilleo.
Le pediría algo de indulgencia, que no amor, (si puede y quiere) con esa gente de a pie, a la que a nuestro pesar todos pertenecemos. No puede pretender que estén todo el día en la caldera dando paletadas, quemados y escocidos, y que a la salida escojan un ocio exquisito.
Esa cadena lo sabe, se aprovecha y ofrece una dosis de embrutecimiento lúdico por cada dosis de embrutecimiento laboral.
De la familia prefiero no hablar. Se merece un indulto temporal por ser época de turrón y polvorones. Ya tenemos el resto del año para ajusticiarla verbalmente.
Un saludo.
Y yo que pensaba que por ser abogado sufría en mis carnes la peor de las condenas. No te arriendo las ganancias, bonita.
Abrazos.
¿Sabes cuál es la paradoja de tu crítica? (que comparto). Pues que con ella les estas haciendo publicidad. Yo no sabía que existía un chat de Gran Hermano, ni quienes están en esa casa, ni nada de nada.
Pero tranquila, porque ni con esa "publicidad" me entran ganas de saber de que va la cosa.
Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que dice "Anónimo" más arriba, incluida esa fuerza arrolladora que desprenden tus letras.
Si te sirve de consuelo (que lo dudo), piensa que otros muchos, antes que tu generación, hemos sentido rabietas parecidas, pero como había que comer... Y dar de comer a tiernas criaturas que no entienden de otras rabietas más que las suyas... Pues eso.
(Umm... será esa la causa de mis disfunciones de estómago?)
Un bessin, preciosa.
Me rei, gracias. Con lo de Gran Hermano (gran experimento sociológico, como lo calificó el año pasado la antes buena periodista Mercedes Milá) se me dislocaba la mandíbula de la risa. Pero ¡ay, lo políticamente correcto nos persigue y nos fustiga la vida...!
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