jueves, 18 de diciembre de 2008

Transmetropolitan


Hoy, la genia encantacanes del parque ha alzado por encima de su cabeza a un perrillo de tamaño mediano, y ha comenzado a bessarlo y a zarandearlo deshecha en carcajadas mientras el perro, cual si fuera un bebé, la correspondía con un sonido en extremo parecido al de la risa humana. El motivo de que la escena me haya hecho tanta gracia, no habiendo podido evitar partirme el culo sin demasiada discreción, es que en torno a la extravagante mujercilla permanecían en corro los dueños de los perros del parque, dudando entre mirarla atónitos y entre seguir, haciendo como que nada pasaba, con sus conversaciones banales de treintañeros. La verdad es que gracias a que ciertos individuos, entre los que se cuenta la mujercilla del parque, no sepan ni por asomo lo que es la vergüenza, puedo disfrutar gratis y sin necesidad de ir al cine de auténticas secuencias de comedia.
Esta tarde he estado a punto de golpear a mi jefa. ¡Qué agobio de mujer, por Dios! Y no porque sea muy pesada, o porque se dedique en exclusividad a putearme, sino porque no soporto lo en serio que se toma su trabajo. ¿Cómo alguien puede tomarse en serio nada que tenga que ver con el funcionamiento de un chat sobre Gran Hermano? ¡Gran Hermano, por Dios! Yo, como moderadora del chat, estoy desseando que llegue un terremoto y se lleve por delante a todos los habitantes de la casa; pero mi jefa no, qué va. Sus 80 kilos de peso se estremecen de fastidio y terror cada vez que la jodida franja desaparece. ¡Apúntame la hora a la que se ha ido! ¡Apúntame la hora a la que ha vuelto! ¡Coño, pero si las putas franjas son como el Guadiana, y más con la pandilla de técnicos incompetentes o desmotivados de las que dependen! Pero en la oficina andan todos como locos... ¡y que si venga a llamar a los técnicos! ¡Y que si venga a mover el chat! ¡Y que si cuidado con lo que publicamos! Porque esa es otra, claro: el nivel de censura que debemos aplicar a los sms que recibimos es el de un franquismo moderado. La moderación, en este caso, se refiere a una serie de correctismos políticos que muy poco tienen que ver con la libertad de expresión, a saber: la homosexualidad es guay además de gay, maltrato es una palabra muy seria y España no es racista. Todo esto lo impone una cadena que decide introducir en la casa, como concursantes y en honor a Tod Browning, a una enana, a una negra, y a un chaval que dice que no es gay pero que tiene más pluma que mi edredón nórdico. ¡Hay que joderse! A la enana, que no es más mala y más puta porque no es más alta, hay que llamarla "Peke" o "Chiky", pero en ningún caso "enana", "Chuky", "Gollum", "hobbit" [ ojo con llamar hobbit a Almudena aunque a los guionistas del programa se les ocurra vestirla de Santiaguera, con una capa que arrastra un metro tras su espalda y un cayado que la dobla en altura], "mediometro", "mini- yo" o "Willow". ¡Cuidado con las descalificaciones, chicos! En caso de recibir un mensaje ambiguo, como puede ser "el veneno viene en frasco pequeño", el moderador debe tirar de sentido común y decidir si el contenido del mismo es o no publicable bajo las premisas de Telecinco. En el caso de ese mensaje, mi sentido común me susurró al oído lo siguiente: el perfume más caro cumple esa misma condición, así que ¡publica! En el de otros, mi sentido común me aconsejó no publicar y yo confié en su criterio: "Para follarse a la puta enana habría que agarrarla como si fuera un botijo". Un caso especial es aquel en que mi sentido común me aconseja no publicar y yo ignoro sus palabras: "Almudena [la enana] parece una Venus paleolítica" y "Vaya peazo jambas [pies] tiene Almudena. Le pegas un tiro y hay que empujarla pa’ que caiga". Y es que, qué le vamos a hacer, hasta en los ambientes más casposos y chonis se encuentran personas creativas y de talento ante las cuales al moderador no le queda otra que hacer la vista gorda.
En cualquier caso, lo único para lo que me ha servido alistarme en las filas de esta empresa es para contagiarme de un odio malsano hacia Telecinco. Cada vez que pienso en esta cadena acude a mi mente el nombre de Spider Jerusalem (para los que no hayan leído Transmetropolitan, sólo decir que se trata de un periodista inteligente y cabrón que se propone hundir a un senador y -esto es spoiler- lo consigue). Creo que hundir Telecinco podría proporcionarme una dosis en absoluto despreciable de felicidad pasajera y narcisista, esa es la verdad. Puedo entender la hijoputez, e incluso tolerarla, al nivel individual de un buscavidas, de un cazarrecompensas y aun de un kamikaze, pero jamás al nivel corporativo de una empresa de mierda. Y no por una cuestión de moralidad, sino de buen gusto. Hasta para vivir, casi en exclusiva, de humillar y extorsionar al ser humano, hay que seguir ciertas directrices estéticas. Y lo cierto, y sin exagerar un solo cabello, es que Telecinco se las salta todas. Para empezar, no permite crítica alguna por parte de los usuarios hacia sus programas o la organización de los mismos. Las palabras aburrido, tongo y montaje son tabú en el chat de GH; informar sobre el precio de los sms está rigurosamente vetado, los mensajes eliminados se cobran igualmente. Y no es que piense que los usuarios de este tipo de chats, o de chats en general, no se merecen que les hagan esto y mucho más, qué va, al contrario: el que todo este colectivo fuera borrado de la faz de la Tierra no haría más que bajar unas micras la media flagrante de la estupidez humana. Mi indignación, como ya he dicho, nada tiene que ver con aspectos morales o filantrópicos, y por mí podían irse todos a la mierda junto con la cadena que tantas emociones les proporciona a diario y a través de múltiples plataformas. Lo que veo como un problema es la mera existencia de Telecinco en el mismo planeta en el que vivo, y no otra cosa, y como además me ha tocado trabajar para ellos como empleada de una subcontrata de cretinismo similar, además de la indignación de base se ha gestado en mí una inquina categórica hacia todo lo que representa la cadena. Con esta explicación pretendo aclarar, por si quedaba alguna duda, mi completo descompromiso para con la causa del ser humano de a pie (que ni pertenece a mi misma especie, ni suscita en mí la más ligera de las empatías).
Esto es lo primero que puedo escribir desde hace más o menos dos semanas. Trabajar me reseca el cerebro y me convierte en un despojo disléxico sin talento alguno para la artesanía literaria. Aquel que dijo que el ser humano es un animal trabajador, debía de estar borracho en el momento de la aseveración. Trabajar, y sobre todo trabajar con buen talante, es una habilidad exclusiva de la plebe. El arte surge de la ociosidad y de la profilaxis con respecto a lo mundano- pragmático. Lo mundano- pragmático obstaculiza el disfrute de lo mundano- estético, que además de inútil por completo es por completo sublime y meritorio. Hacer de lo mundano- estético una razón de ser, o un leit- motiv, debería considerarse ritual iniciático obligatorio para todo ser humano que aspire al arte como forma emblemática de enamorarse de sí mismo, y aun de sus semejantes. La capacidad de compaginar alegremente y sin conflicto alguno arte y trabajo debería ser penada con la guillotina. El individuo emprendedor debería ser guillotinado sin derecho a juicio justo ni demás mariconadas por el estilo. Nadie puede ser emprendedor sin renunciar, por lo bajines, a la indomabilidad inherente a cualquier naturaleza genuina que se precie. Nadie puede denominarse indomable si no decepciona, en uno u otro instante, las esperanzas puestas en él de sus semejantes por consanguinidad. La familia es la principal fuente de conflictos emocionales de cualquiera. Lo que a la familia le parece bien al artista le parece catastrófico (lo cual, mal que nos pese a todos, es un universal). Quien ama a Dios o a sus padres por sobre todas las cosas no se merece, ni de lejos, la denominación de "artista". Quien desprecia a sus padres sin culpabilidad alguna no es un artista, sino un psicópata. El psicópata se diferencia del artista en el nivel de culpabilidad con respecto a la causa que le atañe.

Y tras esta serie de aforismos made in Nietzsche me despido, contenta, hasta la próxima. Que os jodan y que me jodan, hijos de la gran puta: sé que me entendéis.