lunes, 9 de marzo de 2015

La nueva ley antipornografía infantil no arrasará con nuestras bibliotecas



El artículo 189 del futuro Código Penal recoge las siguientes definiciones de “pornografía infantil”:

i) todo material que represente de manera visual a un menor participando en una conducta sexualmente explícita real o simulada,
ii) toda representación de los órganos sexuales de un menor con fines principalmente sexuales,
iii) todo material que represente de forma visual a una persona que parezca ser un menor participando en una conducta sexualmente explícita real o simulada o cualquier representación de los órganos sexuales de una persona que parezca ser un menor, con fines principalmente sexuales, o
iv) imágenes realistas de un menor participando en una conducta sexualmente explícita o imágenes realistas de los órganos sexuales de un menor, con fines principalmente sexuales

Esta reforma del código penal, que hace poco ha sido aprobada por el Congreso de los Diputados, espera la revisión del Senado para entrar en vigor. Teniendo en cuenta que el partido que gobierna lo hace con mayoría absoluta y que el Senado sirve, como cualquiera sabe, para más bien poco, es probable que de aquí a unos meses y en base a lo que reza el apartado IV parte de los cómics que tenemos en casa sean ilegales.

Sin empezar todavía a debatir lo que significa en ese contexto la palabra “realistas”, parece obvio que una gran cantidad de obras de arte va a ser puesta en entredicho a la luz de las nuevas definiciones. Ya sólo en el ámbito del manga y el anime japonés y sin necesidad de entrar en el de la pornografía hentai el barrido sería casi absoluto. Si hasta en series como Dragon Ball aparecen escenas que según el nuevo código serían punibles (esa Bulma menor de edad enseñándole su cosa a Muten Roshi a cambio de la tercera esfera de dragón, por citar uno solo de entre el elenco casi infinito de ejemplos: https://www.youtube.com/watch?v=ZClUUbNc5r0 ), géneros especializados como el loli y el shotacon o el anime echhi estarían directamente prohibidos. No sé a qué se referirán con lo de “conducta sexualmente explícita”, pero no creo que sea necesario poner a follar a los personajes para que una conducta pueda ser calificada de explícitamente sexual. En series como Dragon Ball, Dr. Slump y otras muchas a los hombres (especialmente si son ancianos) les mana sangre de los ojos y la nariz al mirar con lascivia a niñas púberes. Según el nuevo Código Penal, estos materiales que no merecen siquiera ser catalogados como softcore estarían incluidos en la definición de “pornografía infantil”.

Una de las primeras cosas que vienen a la cabeza al leer esta definición, que como poco es ambigua e incompleta, es que el dibujo de un menor, a no ser que sea el de un menor que exista como persona jurídica, no es la representación de una persona sino la de un personaje de ficción. Es decir, que si dibujas en pelotas a tu vecina de doce años tomando el sol vas al trullo sin más demora, pero si dibujas al alumnado de Hogwarts en un contexto de bestialismo y orgía pederasta sólo vas a la cárcel si las facciones de los dibujos se corresponden con las de Emma Watson, Daniel Radcliffe y compañía. Si dibujas a Justin Beaver sodomizado por un monstruo tentacular y el dibujo se le parece lo suficiente, a la trena por degenerado, pero si tienes la suerte de dibujar como el culo la ley te exculparía por definición. ¿Cuánto de realista, entonces, tendría que ser el dibujo? ¿La mera inclusión de tentáculos convertiría, por muy parecido que el menor fuera al niño real, el dibujo en no realista? ¿Y si cuando haces los dibujos el verdadero Justin Beaver es ya mayor de edad y consiente en ello? Aunque es evidente que lo que la ley trata de penar es la mera representación gráfica de un menor de edad, ficticio o no, involucrado en conductas sexuales, pienso yo que hasta para ponerse reaccionario hay que preocuparse de redactar mejor las leyes. A priori se le ocurren a uno infinitas maneras de escabullirse entre los intersticios de ésta.

Para lo que la directiva europea que contiene esta ley se redactó es para luchar contra los abusos y la explotación sexual de los menores, con lo cuál cabe preguntarse a qué menor perjudica el que alguien se la menee mirando lolicon o alguna escena depravada de Black Bible, To love Ru, G- Spot, Negima, Berserk o Love Hina. Dado que no hay ningún menor de verdad implicado en la realización de los dibujos, lo que la ley trata de penar por fuerza tiene que ser otra cosa. Otra cosa que la ley no explica y que por tanto habrá que deducir.

En su obra Ladrones de inocencia: pedófilos, el profesor Guillermo Cánovas (presidente de la ONG Acción Contra la Pornografía Infantil y de la organización PROTÉGELES) afirma lo siguiente:

Los pedófilos pasivos son individuos que normalmente no llegan a trasladar sus <> al terreno de la realidad, si bien es cierto que resulta absolutamente imposible determinar cuántos y cuánto tiempo continuarán manteniéndose al margen de la acción. Evidentemente, la mayoría de los pedófilos activos han sido previamente pedófilos pasivos.

También dice que:

En la mayoría de las ocasiones, los pedófilos pasivos son también pedófilos de desarrollo, es decir, individuos que han desarrollado esta tendencia normalmente a partir del consumo masivo de pornografía y pornografía infantil.

En el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), la pedofilia aparece definida como una parafilia, esto es, como una desviación de la sexualidad normal, que tiene por objeto a niños menores de trece años y que se perpetúa debido a la acción de varios factores. Entre estos factores destaca el de la presencia de distorsiones cognitivas, es decir, de ideas distorsionadas y falsas creencias que los pedófilos tienen acerca del contacto sexual con menores. En la obra Abuso sexual en la infancia: víctimas y agresores de los expertos en Terapia de Conducta Enrique Echeburúa y Cristina Guerricaecheverría, se enumeran algunas de las distorsiones cognitivas que actúan como precipitantes o contribuyen a mantener la parafilia:

- La víctima desea el contacto sexual y lo busca activamente.
- El menor disfruta con la relación sexual.
- Los contactos sexuales son una muestra de cariño.
- Los contactos sexuales forman parte de la educación sexual de la víctima.
- Al no forzar físicamente a la victima, ésta no va a desarrollar consecuencias psicopatológicas.
- Yo también sufrí abusos sexuales en la infancia y no me ha ocurrido nada malo por ello.

Estas distorsiones cognitivas estarían reforzadas, según el profesor Cánovas, sobre todo por una cosa que el código no señala como delito, y cito:

La pornografía infantil escrita o <> tiene los mismos efectos devastadores en la mente de muchos individuos que las imágenes en sí. Es más, cabría considerar que la impronta que dejan en el cerebro de muchos pedófilos resulta más intensa que las propias fotografías, y transmite todas las <> que permiten a estos individuos desarrollar sus disonancias cognitivas.

Si no he entendido mal, a la generación y el mantenimiento de las fantasías pederastas contribuye, con mayor intensidad que la contemplación visual de fotografías y dibujos realistas, la lectura de material escrito sobre el tema. Ya sea porque presenten al menor como reponsable de la situación, porque minimicen el impacto del abuso sobre el menor o porque directamente sugieran que violar a un menor es didáctico y por lo tanto está moralmente bien, las palabras parecen tener sobre la mente de ciertos individuos un poder superior al de cualquier imagen, real o ficticia. Un cómic mudo inspirado en Lolita, la obra celebérrima de Nabokov, sería según el nuevo código ilegal y por extensión punible (en todo el posible espectro de situaciones, además, en que se entre en relación con él: visualización a sabiendas de lo que se va a encontrar; produción, posesión, difusión y comercialización del material), y sin embargo la novela original, que según los expertos en el tema sería sobre la mente de ciertos individuos más perniciosa que un cómic sin diálogos inspirado en ella, no entra dentro de lo que el nuevo código entiende por pornografía infantil. Si de lo que se trata es de prevenir que la mente de ciertos individuos se vea sometida a estímulos que la trastornen, poniendo asi a los menores en riesgo de victimización sexual, de entrada se está haciendo ya algo mal.

Como es evidente que no hay nada en absoluto que justifique que clásicos como Lolita, Ada o el ardor o Muerte en Venecia sean prohibidos o tachados de pornográficos por nadie, algo ha de haber en la afirmación del profesor Cánovas que no se entiende bien. La clave puede estar en que este tipo de literatura tenga una influencia perniciosa sólo sobre el cerebro de ciertos individuos, no sobre el cerebro de todos los individuos. Y no me refiro a que como casi nadie lee nada más que el diario deportivo y los manuales de instrucciones de las cosas, no haya que preocuparse mucho por que libros así vayan a caer en las manos de un gran número de pederastas dispuestos a pasar a la acción, sino a que el arte (incluso aquél que pudiéramos tachar de desviado o definitivamente pervertido) sólo tiene efectos perniciosos sobre psicologías tocadas de antemano. Ya lo dice el modelo conocido como de diátesis/ estrés, explicativo del desarrollo de las enfermedades mentales: sobre una condición previa de vulnerabilidad psicológica, un estresor actúa precipitando el desarrollo de la enfermedad. Este estresor puede ser cualquier cosa. Una mente con tendencias pedófilas previas podría verse empujada, por el consumo reiterado de cierta clase de literatura, cómics o películas, a transgredir la ley, pero también podría surtir el mismo efecto un despido o el fallecimiento de su madre. Ilegalizar arte susceptible de desatar a unos pocos que de base no están ya muy bien es legislar partiendo de un criterio de enfermedad, lo cuál parece a todas luces mal punto de partida si lo que se pretende es construir una sociedad sana.

Para algunos expertos, el hentai de tipo ecchi, shota y lolicon no sólo no empuja al delito de estupro sino que lo previene. Y lo consideran a pesar de casos como el de Tsutomu Miyazaki, que además de pedófilo y asesino en serie era un consumidor compulsivo de manga y hentai. El tema recuerda inevitablemente a la polémica de si la violencia en los videojuegos, los cómics, las películas y las series de televisión (la violencia en el arte, en definitiva) promueve los actos de brutalidad o por el contrario los reduce en numero al servir de catarsis a nuestros impulsos más agresivos. Puede que James Holmes, el chico de pelo naranja que acribilló a varias personas en un cine de Denver, se inspirara en el personaje del Joker para cometer los asesinatos, pero prohibir o censurar por ello El caballero oscuro sería ridículo. No sólo tendría que prohibirse esa película, sino la presencia en el cine de malvados carismáticos en general. Por si las moscas, que yo sepa, sólo se legisla en las distopías.

Por otro lado, el fenómeno de la insensibilización es definido en psicología como una atrofia progresiva de la capacidad de respuesta emocional del individuo, debida a la exposición a estímulos cada vez más potentes. Aunque aplicada de forma sistemática en un entorno terapéutico la desensibilización puede emplearse en el tratamiento de las fobias y las adicciones, el consumo de pornografía reiterado al parecer provoca sobre los hombres una insensibilización progresiva a estímulos sexuales considerados normales. A través de un circuito neuronal idéntico al que emplearía cualquier otro desencadenante adictivo (drogas, apuestas, compras compulsivas), la pornografía provoca un incremento a corto plazo de la dopamina que actúa a modo de recompensa elevando el estado de ánimo. Al igual que sucede en el establecimiento de cualquier otra adicción, el consumo prolongado hace que el individuo desarrolle tolerancia y que cada vez necesite dosis mayores para alcanzar los mismos niveles de dopamina liberada. Naomi Wolf lo explica así en su ensayo El mito del porno:

Este efecto de la dopamina explica por qué la pornografía tiende a ser cada vez más extrema con el tiempo: las imágenes sexuales ordinarias pierden su poder, lo que lleva a los consumidores a necesitar imágenes que rompan tabúes de otras maneras, con el fin de sentirse igual de bien. Por otra parte, algunos hombres (y mujeres) tienen un ‘agujero de dopamina’ –su sistema cerebral de recompensa es menos eficiente–, lo que los hace más propensos a convertirse en adictos a la pornografía extrema con más facilidad.

Podría decirse que la pornografía, sobre todo si es consumida de forma masiva, insensibiliza a la larga a los individuos, esto es, los embrutece. Aunque lo que Naomi Wolf dice es que muchos hombres, debido al consumo masivo de porno, pueden manifestar problemas de impotencia y eyaculación precoz y perder la capacidad de sentirse atraídos por sus parejas, no parece descabellado suponer que puedan también desarrollar trastornos de otra índole. Esto es lo que sucede con los pedófilos de desarrollo, que sólo manifiestan la tendencia parafílica tras el contacto con grandes cantidades de porno. La pornografía normal, entonces, podría también ser calificada de perniciosa en el sentido de que se encarga de franquearle el paso a la más extrema. A la aberración se llega tras el consumo de cosas no tan aberrantes, con lo cuál puestos a prohibir habría que prohibir el porno al completo. Podrían alegarse además más motivos para dicha prohibición. El papel denigrado de la mujer en el porno, la apología de la violación en el porno, los disfraces de colegiala en el porno (que aunque los luzcan mujeres claramente desarrolladas sugieren, lo mismo que los vídeos vouyeristas y de roces en el transporte público, cosas que ciertas mentes podrían malentender). En el loli y el shotacon, al menos, parecen tener cierto peso conceptos como el de kawaii (ternura) y moé (que se refiere a la representación de jóvenes tiernos e indefensos de los que el espectador, a menudo, se enamora), muy relacionados con el fenómeno de las waifus (en japonés algo así como esposas), que son básicamente personajes femeninos con los que los fans establecen relaciones platónicas y cuya anatomía, más neoténica que infantil, es la prolongación de alguna suerte de inocencia o pureza moral.

Sin entrar a discutir qué es más enfermizo, si el porno normal occidental o que alguien piense en un dibujo animado como su pareja, lo que está claro es que no se puede prohibir lo uno y lo otro no. Y menos con una ley ambigua y poco desarrollada con la que salvo de casualidad ni siquiera es posible atinar. ¿Y si una película adquiere dramatismo, y por tanto gana calidad, con alguna escena de cariz sexual en la que intervenga un menor? ¿Qué es lo que va a penar la ley y qué es lo que no? ¿El mal gusto también lo va a penar? ¿Y cómo saben, además, que los pedófilos de desarrollo no han sido perjudicados menos por el porno de dibujos que por el porno normal, que les ha hecho incapaces a la larga de ver atractivas a sus parejas? Puestos a hilar fino qué menos que hacer un tapiz, ¿no? Y más cuando está en juego nada menos que la libertad creativa. Deberían dar a los ilustradores una explicación convincente de por qué van a emascularles. Que demuestren que castrarles va a hacer del mundo un lugar mejor y que por tanto les toca joderse. Vamos, digo yo.






4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué buena que estás, coño!

WaterLula Von Hooligan dijo...

Como pedirle peras al olmo requiere de un optimismo del cuál hoy por hoy carezco me limitaré, supongo, a darte las gracias.
Si lo llego a saber me monto un book en lugar de un blog.

4ETNIS

PD: piropear desde el anonimato es de maricas

DESHEREDADO dijo...

Vaya, conseguí algo de tu atención, los halagos funcionan. Si encuentras un maricón que te suelte un cumplido tan directo, mételo en formol, no verás dos iguales.

Un blog interesante.

Montu23 dijo...

Muy buen artículo.

Pero la clave de todo esto está en que estamos entrando con nuestros propios pies, GUIADOS POR POLÍTICOS, EXPERTOS Y PERSUASORES MEDIÁTICOS, por nuestra voluntad, en una pesadillesca distopía.

IGNORANCIA+MIEDO+CONTROL = TIRANÍA