jueves, 12 de febrero de 2015

QuÉ MaLaS Son


Siempre me ha molestado, ya que no sorprendido, que Perros de paja sea considerada misógina por algunos. Alegan, creo, que la Amy interpretada por Susan George no es clara y que el desenlace ultraviolento que se desata es en cierto modo precipitado por su actitud. ¿Qué actitud es ésta, me pregunto yo, que hace a ciertas personas suponer que Peckinpah quiso dar una imagen desfavorable de la mujer? Aunque en realidad Peckinpah hubiera querido retratar a una mujer perversa, no por ello tendría que estar tratando de insinuar que todas son como su personaje, pero en fin, que tampoco me parece probable que el director (o que el escritor de la novela, pues basada en una novela está) hayan pretendido sugerir que Amy sea una cabrona. O no más cabrona, al menos, que el resto de los personajes implicados. ¿Por qué se espera de ella una mayor integridad, una mayor coherencia? ¿Porque es una mujer? Que los hombres de la historia sean o pusilánimes o bestias primitivas (la mayor parte del tiempo ambas cosas) no trata, al parecer, de dar una imagen desfavorable del hombre, pero que se note que a Amy le gusta que la miren y que su rostro durante la violación no sea una máscara perfecta de dolor sí que está puesto ahí, o eso piensan algunos, porque Peckinpah es un misógino.  Pues bien, a la luz de lo que acabo de exponer yo digo que no sólo Perros de paja no es una película misógina (no sé si Sam Peckinpah lo será, pero a lo que me estoy refiriendo aquí es a una obra y no a un autor), sino que los que dicen que lo es son los misóginos. 

Esperar que el comportamiento de Amy sea intachable teniendo en cuenta el que muestra el resto del plantel es medieval. Recuerda a la caza de brujas y al tema de las posesiones demoníacas. Si un hombre se comporta como una bestia para imponerse hace, ni más ni menos, lo que se espera de él. Si una mujer es consciente, siquiera durante un lapso breve, del alcance de su poder es diabólica. Cualquier personaje femenino que en el cine muestra cierta ambigüedad, esto es, que no es plano, es puesto en cuarentena al instante por unos y por otros. Y con esto me refiero tanto a los de un lado (si es que es posible hablar de lados dentro de un mismo continuo de estupidez) como a los del otro. Tanto a los que en efecto asocian ciertas características desviadas al sexo femenino como a los que, cual adalides de lo correcto (de lo políticamente correcto, se sobreentiende), están siempre escandalizándose con espectros misóginos sin caer en la cuenta de que ellos son, como mínimo, tan machistas como aquellos a quienes creen combatir.

En la escena de la violación (que no olvidemos que es una verdadera violación, en el sentido de que Amy dice enfática y repetidamente que no y opone al acto fuerza física) fue muy controvertido el hecho de que ella, que por cierto estaba siendo forzada por un antiguo novio suyo y cuyo hasta entonces pusilánime marido no la miraba ni con un palo, haya momentos en los que parece que disfruta con el asunto. Sin pretender sugerir que a las mujeres les guste ser violadas más de lo que pretendo sugerir que a los hombres les guste violar (adalides de lo correcto, que os veo venir), creo que no es descabellado suponer, teniendo en cuenta además lo agradable que en el fondo es que lo toquen a uno, que no es necesario que una persona (ni hombre ni mujer) sea mala para que su cara muestre cierta confusión cuando el que la está violando es además una antigua pareja. No sé si Peckinpah pretendió con esto esputar a la cara del sexo femenino, pero desde luego no es lo que la película muestra. Como dijo no sé quién en referencia a que los escritos sobre la obra de un autor lleguen a ocupar más espacio que  la obra completa del autor en cuestión,  "si Kafka hubiera querido decir lo que dicen sus críticos lo habría escrito él, ¿no?". Pareciera que el autor que presenta un personaje femenino tridimensional, o sea interesante, con todas las ambigüedades que cualquier personaje interesante y tridimensional conlleva, se arriesgara a ser tachado de insensible. No debería confundirse la lucha por la igualdad de derechos con la mojigatería, y menos cuando de lo que se habla es de una película como Perros de paja, ultraviolenta. 

Aunque no he visto el remake (los remakes de ciertas películas son por completo innecesarios y una osadía por parte de los nuevos directores que, es mi opinión, deberían si su revisión resulta ser un fiasco -y lo resultará en el noventa y nueve por ciento de los casos- hacerse el seppuku por sentido del honor), estoy segura de que en él habrá quedado poco de la ambigüedad original del personaje de Amy. Como ya pasó con el desleído remake de La última casa a la izquierda (película que a su vez es un nada desleído remake, aunque eso sí extraoficial, de aquella rape & revenge pionera - y por tanto sin revenge- que es El manantial de la doncella),  los momentos más crudos habrán sido suavizados, cuando no suprimidos, para hacer la película accesible a todos. Da igual el tiempo que pase y que la subversión esté en cierto modo de moda, al final ni siquiera hemos superado la asociación entre sexualidad y perversidad moral (femenina) que grabó a fuego en nosotros el cristianismo. Creyendo defender una causa justa, exigimos que en un entorno en el que claramente impera la ley de la selva la mujer, por el mero hecho de ser mujer, sea mostrada como pasiva y sufridora en esencia. El personaje de David, en este contexto selvático y predatorio alejado del mundo de la razón, tiene en cada momento lo que se merece. Cada personaje lo tiene, en realidad, y de ahí que la película resulte tan redonda y conmueva del modo en que lo hace.  El mensaje es claro, y ultraviolento: ¿con qué derecho le exiges a tu mujer que se comporte como una dama si tú eres incapaz de comportarte como se comporta un hombre? David termina por captar el mensaje y, decidido a jugar a los bolos, no se conforma con menos de un pleno, pero al final todos acaban perdiendo algo. En el caso de David, tal vez la inocencia que le hacía bueno. Es lo que tiene pasar a regirte por leyes como las del territorio y negarte a que nadie venga a mearse en tu jardín.

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