El
artículo 189 del futuro Código Penal recoge las siguientes
definiciones de “pornografía infantil”:
i) todo material que represente de manera visual a
un menor participando en una conducta sexualmente explícita real o
simulada,
ii)
toda representación de los órganos sexuales de un menor con fines
principalmente sexuales,
iii)
todo material que represente de forma visual a una persona que
parezca ser un menor participando en una conducta sexualmente
explícita real o simulada o cualquier representación de los órganos
sexuales de una persona que parezca ser un menor, con fines
principalmente sexuales, o
iv)
imágenes realistas de un menor participando en una conducta
sexualmente explícita o imágenes realistas de los órganos sexuales
de un menor, con fines principalmente
sexuales
Esta
reforma del código penal, que hace poco ha sido aprobada por el
Congreso de los Diputados, espera la revisión del Senado para entrar
en vigor. Teniendo en cuenta que el partido que gobierna lo hace con
mayoría absoluta y que el Senado sirve, como cualquiera sabe, para
más bien poco, es probable que de aquí a unos meses y en base a lo
que reza el apartado IV parte de los cómics que tenemos en casa sean
ilegales.
Sin
empezar
todavía a
debatir lo que significa en
ese contexto la palabra “realistas”,
parece obvio
que una gran cantidad de obras de arte va a ser puesta en entredicho
a la luz de las nuevas definiciones. Ya sólo en el ámbito del manga
y el anime japonés y sin necesidad de entrar en el de la pornografía
hentai el barrido sería casi absoluto. Si hasta en series como
Dragon Ball aparecen escenas que según el nuevo código serían
punibles (esa Bulma menor de edad enseñándole su
cosa
a Muten
Roshi
a cambio de la tercera esfera de dragón, por citar uno solo de entre
el elenco casi infinito de ejemplos:
https://www.youtube.com/watch?v=ZClUUbNc5r0
), géneros especializados como el loli y el shotacon o el anime
echhi estarían directamente prohibidos. No sé a qué se referirán
con lo de “conducta sexualmente explícita”, pero no creo que sea
necesario poner a follar a los personajes para que una conducta pueda
ser calificada de explícitamente sexual. En series como Dragon Ball,
Dr. Slump y otras muchas a los hombres (especialmente si son
ancianos) les mana
sangre
de
los
ojos y la
nariz al mirar con lascivia a niñas
púberes. Según el nuevo Código Penal, estos materiales que no
merecen
siquiera
ser
catalogados como softcore
estarían
incluidos en la definición de “pornografía infantil”.
Una
de las primeras cosas que vienen a la cabeza al leer esta definición,
que como poco es ambigua e incompleta, es que el dibujo de un menor,
a no ser que sea el de un menor que exista como persona jurídica, no
es la representación de una persona sino la de un personaje de
ficción. Es decir, que si dibujas en pelotas a tu vecina de doce
años tomando el sol vas al trullo sin más demora, pero si dibujas
al alumnado de Hogwarts en un contexto de bestialismo y orgía
pederasta sólo vas a la cárcel si las facciones de los dibujos se
corresponden con las de Emma Watson, Daniel Radcliffe y compañía.
Si dibujas a Justin Beaver sodomizado por un monstruo tentacular y el
dibujo se le parece lo suficiente, a la trena por degenerado, pero si
tienes la suerte de dibujar como el culo la ley te exculparía por
definición. ¿Cuánto de realista, entonces, tendría que ser el
dibujo? ¿La mera inclusión de tentáculos convertiría, por muy
parecido que el menor fuera al niño real, el dibujo en no realista?
¿Y si cuando haces los dibujos el verdadero Justin Beaver es ya
mayor de edad y consiente en ello? Aunque es evidente que lo que la
ley trata de penar es la mera representación gráfica de un menor de
edad, ficticio o no, involucrado en conductas sexuales, pienso yo que
hasta para ponerse reaccionario hay que preocuparse de redactar mejor
las leyes. A priori se le ocurren a uno infinitas maneras de
escabullirse entre los intersticios de ésta.
Para
lo que la directiva europea que contiene esta ley se redactó es para
luchar contra los abusos y la explotación sexual de los menores, con
lo cuál cabe preguntarse a qué menor perjudica el que alguien se la
menee mirando lolicon o alguna escena depravada de Black Bible, To
love Ru, G- Spot, Negima, Berserk o Love Hina. Dado que no hay ningún
menor de verdad implicado en la realización de los dibujos, lo que
la ley trata de penar por fuerza tiene que ser otra cosa. Otra cosa
que la ley no explica y que por tanto habrá que deducir.
En
su obra Ladrones de inocencia:
pedófilos, el profesor Guillermo Cánovas (presidente de
la ONG Acción Contra la Pornografía Infantil y de la organización
PROTÉGELES) afirma lo siguiente:
Los
pedófilos pasivos son individuos que normalmente no llegan a
trasladar sus <> al terreno de la realidad,
si bien es cierto que resulta absolutamente imposible determinar
cuántos y cuánto tiempo continuarán manteniéndose al margen de la
acción. Evidentemente, la mayoría de los pedófilos activos han
sido previamente pedófilos pasivos.
También
dice que:
En
la mayoría de las ocasiones, los pedófilos pasivos son también
pedófilos de desarrollo, es decir, individuos que han desarrollado
esta tendencia normalmente a partir del consumo masivo de pornografía
y pornografía infantil.
En
el Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
(DSM),
la pedofilia aparece definida como una parafilia, esto es, como una
desviación de la sexualidad normal, que tiene por objeto a
niños menores de trece años y que
se perpetúa debido
a la acción de varios factores. Entre estos factores destaca el de
la presencia
de
distorsiones cognitivas, es decir, de ideas
distorsionadas y falsas
creencias que los pedófilos tienen
acerca
del contacto sexual con menores. En
la obra Abuso
sexual en la infancia: víctimas y agresores
de los
expertos en Terapia de Conducta
Enrique Echeburúa y Cristina Guerricaecheverría, se
enumeran algunas de las
distorsiones cognitivas que actúan como precipitantes o
contribuyen a mantener la parafilia:
-
La víctima desea el contacto sexual y lo busca activamente.
-
El menor disfruta con la relación sexual.
-
Los contactos sexuales son una muestra de cariño.
-
Los contactos sexuales forman parte de la educación sexual de la
víctima.
-
Al no forzar físicamente a la victima, ésta no va a desarrollar
consecuencias psicopatológicas.
-
Yo también sufrí abusos sexuales
en la infancia y no me ha ocurrido nada malo por ello.
Estas
distorsiones cognitivas estarían reforzadas, según el profesor
Cánovas, sobre todo por una cosa que el código no señala como
delito, y cito:
La
pornografía infantil escrita o <> tiene los mismos efectos devastadores en la mente de
muchos individuos que las imágenes en sí. Es más, cabría
considerar que la impronta que dejan en el cerebro de muchos
pedófilos resulta más intensa que las propias fotografías, y
transmite todas las <> que permiten a
estos individuos desarrollar sus disonancias cognitivas.
Si
no he entendido mal, a
la generación y el mantenimiento de las fantasías pederastas
contribuye,
con mayor intensidad que la contemplación visual de fotografías y
dibujos realistas, la lectura de material
escrito sobre el tema.
Ya
sea
porque
presenten
al menor como reponsable de la situación, porque minimicen
el impacto del abuso sobre el menor o porque directamente
sugieran
que violar a un menor es
didáctico y por lo
tanto
está
moralmente
bien,
las
palabras parecen tener
sobre la mente de ciertos individuos un poder superior al de
cualquier imagen, real o ficticia. Un
cómic mudo inspirado en Lolita, la obra celebérrima de Nabokov,
sería según el nuevo código ilegal y por extensión punible (en
todo el posible espectro de situaciones, además, en
que se entre en relación
con él: visualización a sabiendas de lo que se va a encontrar;
produción, posesión, difusión y comercialización del material), y
sin embargo la novela original, que según los expertos en el tema
sería sobre
la mente de ciertos individuos más perniciosa que un cómic sin
diálogos inspirado en ella, no entra dentro de lo que el nuevo
código entiende por pornografía infantil. Si de lo que se trata es
de prevenir que la mente de ciertos individuos se vea sometida a
estímulos que la trastornen,
poniendo
asi a los menores en riesgo de victimización sexual,
de entrada se está haciendo ya algo mal.
Como
es evidente que no hay nada en absoluto que justifique que clásicos
como Lolita, Ada o el ardor o Muerte en Venecia sean prohibidos o
tachados de pornográficos por nadie, algo
ha de haber en la afirmación del profesor Cánovas que no se
entiende bien. La clave puede
estar
en que este tipo de literatura tenga
una
influencia perniciosa sólo sobre el
cerebro de ciertos
individuos, no sobre el
cerebro de todos
los individuos.
Y no me refiro
a
que como casi nadie lee nada más que el
diario deportivo y
los manuales de instrucciones de las cosas, no
haya
que preocuparse mucho por
que libros
así vayan
a caer en las manos de un gran número de pederastas dispuestos a
pasar a la acción, sino a que
el arte (incluso aquél que pudiéramos tachar de desviado o
definitivamente pervertido) sólo tiene efectos perniciosos sobre
psicologías
tocadas
de
antemano.
Ya
lo dice el modelo conocido como de diátesis/
estrés,
explicativo del desarrollo de las enfermedades mentales: sobre una
condición previa de vulnerabilidad psicológica, un estresor actúa
precipitando el desarrollo de la enfermedad. Este
estresor puede ser cualquier cosa. Una mente con tendencias pedófilas
previas podría verse empujada, por el consumo reiterado de cierta
clase de literatura, cómics o películas, a transgredir la ley, pero
también podría surtir
el mismo efecto
un despido o el fallecimiento de su madre. Ilegalizar
arte susceptible de desatar a unos pocos que de base no están ya muy
bien es legislar partiendo de un criterio de enfermedad, lo cuál
parece
a todas luces mal punto de partida si lo que se pretende es construir
una sociedad sana.
Para
algunos expertos, el hentai de tipo ecchi, shota y lolicon no sólo
no empuja
al delito de estupro sino que lo previene. Y
lo consideran a pesar de casos como el de Tsutomu
Miyazaki, que además de pedófilo y asesino en serie era un
consumidor compulsivo de manga y hentai. El
tema recuerda inevitablemente a la polémica de si la violencia en
los videojuegos, los cómics, las películas y las series de
televisión (la violencia en el arte, en definitiva) promueve los
actos de brutalidad
o por el contrario los
reduce en numero al servir de catarsis a nuestros impulsos más
agresivos. Puede
que James Holmes, el chico de pelo naranja que acribilló a varias
personas en un cine de Denver, se inspirara en el personaje del Joker
para cometer los asesinatos, pero prohibir o censurar por ello El
caballero oscuro sería ridículo. No sólo tendría que prohibirse
esa película, sino la presencia
en el cine de
malvados carismáticos en general. Por
si las moscas, que
yo sepa,
sólo se legisla en las distopías.
Por
otro lado, el fenómeno de la insensibilización es definido
en psicología como una atrofia progresiva de la capacidad de
respuesta emocional del individuo, debida a la exposición a
estímulos cada vez más potentes. Aunque aplicada de forma
sistemática en un entorno terapéutico la desensibilización puede
emplearse en el tratamiento de las fobias y las adicciones, el
consumo de pornografía reiterado al parecer provoca sobre los
hombres una insensibilización progresiva a estímulos sexuales
considerados normales. A través de un circuito neuronal idéntico al
que emplearía cualquier otro desencadenante adictivo (drogas,
apuestas, compras compulsivas), la pornografía provoca un incremento
a corto plazo de la dopamina que actúa a modo de recompensa elevando
el estado de ánimo. Al igual que sucede en el establecimiento de
cualquier otra adicción, el consumo prolongado hace que el individuo
desarrolle tolerancia y que cada vez necesite dosis mayores para
alcanzar los mismos niveles de dopamina liberada. Naomi Wolf lo
explica así en su ensayo El mito del porno:
Este
efecto de la dopamina explica por qué la pornografía tiende a ser
cada vez más extrema con el tiempo: las imágenes sexuales
ordinarias pierden su poder, lo que lleva a los consumidores a
necesitar imágenes que rompan tabúes de otras maneras, con el fin
de sentirse igual de bien. Por otra parte, algunos hombres (y
mujeres) tienen un ‘agujero de dopamina’ –su sistema cerebral
de recompensa es menos eficiente–, lo que los hace más propensos a
convertirse en adictos a la pornografía extrema con más facilidad.
Podría
decirse que la pornografía, sobre todo si es consumida de forma
masiva, insensibiliza a la larga a los individuos, esto es, los
embrutece. Aunque
lo que Naomi Wolf dice es que muchos hombres, debido al consumo
masivo de porno, pueden manifestar problemas de impotencia y
eyaculación precoz y perder la capacidad de sentirse atraídos por
sus parejas, no parece descabellado suponer que puedan también
desarrollar trastornos de otra índole. Esto es lo que sucede con los
pedófilos de desarrollo, que sólo manifiestan la tendencia
parafílica tras el contacto con grandes cantidades de porno. La
pornografía
normal,
entonces, podría también ser calificada
de perniciosa
en el sentido de que se encarga de franquearle
el paso
a
la
más extrema.
A
la aberración se llega tras
el consumo de cosas no tan aberrantes, con lo cuál puestos a
prohibir habría que prohibir el porno al
completo.
Podrían
alegarse además
más
motivos para dicha prohibición. El papel denigrado de la mujer en el
porno, la apología de la violación en el porno, los disfraces de
colegiala en el porno (que aunque los luzcan mujeres claramente
desarrolladas sugieren, lo mismo que los vídeos vouyeristas y de
roces en el transporte público, cosas que ciertas mentes podrían
malentender). En el loli y el shotacon, al menos, parecen tener
cierto peso conceptos como el de kawaii
(ternura)
y moé
(que
se refiere a la representación de jóvenes tiernos e indefensos de
los que el espectador, a menudo, se enamora), muy relacionados con el
fenómeno
de
las waifus
(en japonés algo así como esposas),
que son básicamente personajes femeninos con los que los fans
establecen relaciones platónicas y cuya anatomía, más neoténica
que infantil, es la
prolongación
de alguna suerte de inocencia o pureza
moral.
Sin
entrar a discutir qué es
más
enfermizo, si el
porno normal
occidental o que alguien piense en un dibujo animado como su pareja,
lo
que está claro es que no se puede prohibir lo uno y lo otro no. Y
menos con una ley ambigua y poco desarrollada con la que salvo de
casualidad ni siquiera es posible atinar.
¿Y si una película adquiere
dramatismo, y
por tanto gana
calidad,
con alguna escena de cariz sexual en la que intervenga un menor? ¿Qué
es lo que va a penar la ley y qué
es lo que
no? ¿El
mal gusto también lo va a penar? ¿Y
cómo
saben, además,
que
los
pedófilos de desarrollo no han sido perjudicados menos
por el porno de dibujos
que
por el porno normal,
que
les ha hecho incapaces a
la larga de
ver atractivas a sus parejas?
Puestos a hilar fino qué menos que hacer un tapiz, ¿no?
Y
más cuando está en juego nada
menos que la
libertad creativa. Deberían dar a los ilustradores una explicación
convincente
de
por qué van a emascularles.
Que
demuestren que castrarles va a hacer del mundo un lugar mejor y
que por tanto les
toca joderse.
Vamos, digo yo.