domingo, 27 de septiembre de 2009

AuToSuFiCiEnCiA


No sé qué hacer hoy conmigo porque me siento alterada, acelerada y ansiosa y no logro, por mucho que lo intento, centrarme en nada ajeno a mis reacciones físicas. Antes de salir de casa, y como si quisiera potenciar este estado ansiógeno que me corroe, me he bebido de penalti una taza grande de café solo con hielo. El corazón ha empezado a palpitarme con tanta fuerza que, por un instante, ha parecido querer salírseme de la caja torácica para galopar, en clave de sístole, más allá de los márgenes de mi biología. Ahora estoy haciendo como que me siento sobre un taburete, poseída por la prisa de hacer no sé muy bien qué cosa y tratando de domar, cada vez que alguien me mira, los espasmos que azotan mis posaderas.
Tengo dinero, tiempo y libertad para hacer y deshacer como me plazca, pero por alguna inaprehensible y puñetera razón no me siento motivada para aprovecharme de ninguna de esas facilidades. Las palabras me salen a trompicones y la redacción se me resiste, así que lo de escribir vamos también, yo y mis yoes, a tener que dejarlo por hoy. Pero si no escribo, ¿qué hago? Sola y en la calle, sin ganas de leer y sin música que escuchar bajo la lluvia desvaída y lánguida, he por fuerza de intentar entretenerme con las palabras. Miro a las personas que me rodean y me siento enfermar por momentos. Decir que siento asco resultaría eufemístico, porque lo que me embarga el ánimo al contemplar las interacciones que en derredor tienen lugar se relaciona más con una sensación de putrefacción e insalubridad que con una variante desagradable del gusto. A mi derecha, vociferantes y colosales en tamaño y falta de dignidad, hay un grupo masculino de unos cuatro miembros que, a falta de habilidades lingüísticas complejas, se conforman con golpearse y gruñirse los unos a los otros en un dialecto emparentado de lejos con el castellano. He tenido que cambiar de lugar porque, cada vez que algún empujón amistoso acercaba a cualquiera de ellos al dominio ocupado por mi mesa, el desseo de aniquilarle de un vasazo la cara grotesca y gutural cobraba excesiva e inapropiada relevancia. Aunque pensándolo bien, prefiero rodearme de simios que de modernos. Me interesan más las etologías que los posados y, en el fondo de mi corazón, siempre admiré más a Goodall que al cretino de Warhol. Si bien la necedad absoluta me resulta tolerable, y aun hilarante, la mediocridad presuntuosa me saca por completo de mis casillas. La verdad es que no sé por qué escribo estas estupideces. Lo apropiado sería que registrara aquello que me conmueve, en lugar de centrarme en las cosas que no soporto o que me raptan de quicio. Y fijaos que he escrito raptan. El quicio es algo de lo que solo te pueden sacar por la fuerza, y en un momento de vulnerabilidad. ¡Qué ingenio el mío!, ¿verdad? Vulnerabilidad, verdad, verdad, vulnerabilidad. Rapto, rape, ripper, rapiña, raposa. Todo lo que comienza por rap y se me ocurre en este instante se relaciona en cierto modo con la violencia, lo cual me remite al tema prioritario aparente de este escrito: mi estado de ánimo conflictivo, prejuicioso y sociópata. ¡Qué poco interesante, de verdad! ¿Pero sobre qué escribo entonces? Escribe sobre las flores del campo, bromea mi voz interior. Sin embargo, lo más campestre que se me ocurre escribir es que me apetecería estar en un lago entre rocas, lanzándome de cabeza al agua y vestida con pieles de animal. Hasta qué punto resulta silvestre la imagen, ni lo sé ni me importa demasiado. De momento me he alejado medio grado de la intolerancia para aproximarme, a paso de tortuga, al pacífico remanso de la imaginación evocadora y libre. Continúa, se mofa la vocecita. Muy bien, vocecita, sugiéreme un nuevo tema. Habla sobre los niños pequeños, zorra. Zorra tu madre, vocecita, o sea yo, ¡qué cabeza la mía! Los niños, los niños, a ver qué coño ideo sobre los niños. ¡Ah, ya sé! Los niños me acomplejan, los niños me acobardan, los niños me dan envidia y los niños, en general, me gustan y me fascinan bastante. Aparte de eso, hoy he leído que han detenido a Roman Polansky en Suiza ( lugar al que había acudido con objeto de recoger un premio), a causa de la supuesta violación que cometió hace tiempo sobre una prepúber americana de trece años en canal. ¿Qué tengo que decir acerca del tema? Pues que las visten como putas y que dejen a Polansky en paz de una jodida vez, poco más. ¿Argumentos a favor? Lunas de hiel, El quimérico inquilino y La muerte y la doncella, para empezar. A un artista no se le encarcela, del mismo modo que a un niño pequeño no se le procesa por acoso por tocarle el culo a su prima. Si resulto políticamente incorrecta, lo lamento más bien poco. Además, el hecho de que su ex mujer haya sido desfetada, literalmente, por un emblemático asesino en serie americano, le otorga bajo mi punto de vista cierta inmunidad con respecto a los delitos cometidos en ese país de patriotas armados hasta los dientes. Por otra parte, si fue capaz de escribir Lunas de hiel y de enamorar a Emmanuelle Seigner, ha por fuerza de saber algo sobre cómo y con quién follar. Démosle, a falta de la libertad, un voto de confianza.
Y tras esta burrada provocativa y efectista, ¿sobre qué escribo, vocecita? Escribe sobre la escritura. ¡Oh, no, vocecita! ¡No me vengas con esas! ¡Metaliteratura! ¿Por qué y a cuento de qué? La metaliteratura es como una bolsa de té reutilizada, como el polvo de un tetrapléjico, como una puesta de sol convertida en fondo de escritorio en el ordenador de un agorafóbico. ¡Cualquier cosa menos esa, lo digo en serio! ¿Cualquier cosa, cualquier cosa? ¡Cualquier cosa, vocecita! Escribe sobre el desarraigo.
Allá voy: me considero una desarraigada por no pertenecer del todo a nada, ni a nadie. Me considero una desarraigada por saberme huérfana de padre y de generación. Me considero una desarraigada por el desprecio que siento ante mis semejantes por consanguinidad, y por la sensación, a caballo entre la repulsa y la incomprensión, que me embarga al mezclarme con la jauría. Me considero una desarraigada porque mi odio, que no me pertenece por completo, parece surgido de algún otrora diferente a éste en que vivo, o muero poco a poco. Me considero una desarraigada porque mis orígenes, si es que los tengo, se me antojan confusos, y porque mi lealtad, de existir, lo hace bajo directrices de moralidad dudosa. Me considero una desarraigada porque la plenitud se me escapa y el disfrute, en su acepción más hedonista y despreocupada, me enfrenta contra todos y contra mí misma. Me considero una desarraigada porque no encuentro nada, ni en la realidad ni a tres planos por encima o por debajo, que me comprometa lo suficiente como para tomar partido. Me considero una desarraigada porque el futuro es una entidad en la cual no creo, y el pasado, con toda su cohorte de nostalgias y bellos caracteres, intoxica de quimeras el presente en el que vivo, o intento vivir. Me considero una desarraigada porque renuncio, en nombre de una superexistencia mentada en vano y a traición de lo que soy, al divertimento anodino y superficial que me aportaría el pasar por integrada en un contexto hecho a la medida de mi inconformismo patológico. Me considero una desarraigada porque en cierto modo, y a pesar de las múltiples cadenas que me atan a la tierra y me rebajan, me siento libre y en posesión del secreto de la libertad que a todos se os escapa, esclavizandoos.
¡Hale, vocecita, hasta la próxima!

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Que mundo interior tan rico y complicado.Que pensamientos tan bien plasmados.
Sin palabras.

Hank dijo...

Te desnudas y a uno le entran ganas de follarte el corazón.

Me atraes cuando escribes así, entiéndeme.

un ser obvio dijo...

Lo que dices ni es extraño ni se cura. Comparto casi el 100% de lo que sientes y, al menos en mi caso, más años no han cambiado la situación.

Raúl dijo...

¡Joder con tu "pepito grillo"!

Lust dijo...

Qué texto tan mal escrito. Qué poca diversidad, qué poca fluidez, qué mal uso de la ambigüedad.
Qué coñazo leerte. No sabes volar ni atraer a homínidos voladores. Qué sensaciones tan repulsivas las que deben sobrevenir al volar entre tus piernas.
Cautiva de corazón y además...

beeheHEhehEHehE! :)

Romeo dijo...

Chavalín, y aplico el diminutivo por lo ingenuo de tu conducta:

Punto número uno: para llamar la atención de esa forma deliberadamente escandalosa hay que tener, necesariamente, estilo. En caso contrario el pez no pica el anzuelo, y tú quedas como un inepto que trata de llamar la atención, sin éxito. Pocas personas encuentran placer en la humillación, salvo algunas que padecen penosas formas de sadismo en su versión más degradante. ¿Eres tú una de ellas?. Supongo que no: demasiado narcisista...y demasiado estúpido, aunque nunca se sabe. Cielos despejados ocasionalmente anuncian tormenta.

Punto número dos: si vas a realizar una crítica devastadora hazlo con ingenio. No sé si estás familiarizado con la crítica sutil y elegante que esconde ideas premeditadamente destructivas, supongo que te resultará imposible expresar dos intenciones encontradas en una idea general, pero bueno, yo, como quien dice "planto semillas"...

Punto número tres: para seducir hiriendo hay que herir a consciencia y como quien no quiere la cosa, así es como se consigue hacer verdadero daño y, a la vez, parecer ajeno y enigmático despertando así el interés del objeto de seducción.
Es la insolencia que se escupe sin ganas, mirando hacia otro lado mientras se esconde distraidamente una mano en el cabello, la que toca el corazón de forma profunda, como un dardo emponzoñado de punta diamantada. La ligereza, el guiño cómplice, la doble intención desencantada, la ambigüedad: cualidades que son la barrera natural de la ofensa vertida....

En fin, me aburro. Aunque tú, de los dos, eres el que más se aburre con diferencia. ¡No hay nada peor en este mundo que el hastío! Te equivocas de mujer. Te equivocas de métodos. Busca por las cafeterías de las facultades alguna neo-hippy con aspiraciones intelectuales y artísticas...es más lo tuyo.

Romeo Cosardiela Jr

Lust dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lust dijo...

*editado*
Romeo:

Punto número uno: es bastante obvio que ni una sola de las frases que componen mi comentario escapan al hecho de haber sido creadas gracias al uso de cierto recurso literario llamado, como bien sabrás, ironía. Si bien es cierto que no he demostrado demasiado esfuerzo (o talento, como te gustaría señalar a ti) en su empleo, sí que he dejado bastante claro este último al referirme al espacio generalmente angosto y ocasionalmente cálido y húmedo situado en el principal eje de simetría de Lula y la práctica totalidad de las hembras humanas, aproximadamente a la altura del nacimiento de sus muslos. Cualquier oligofrénico se daría cuenta inmediatamente de lo inapropiado que resulta comparar dicho espacio con el cielo (es allí donde las aves suelen volar) en caso de que mis intenciones sean tan lesivas e indirectamente seductoras como afirmas.

Punto número dos: resulta curioso que te hayas tomado la molestia de definir tan detalladamente (y con tan escasa precisión) lo ingenuo de mi conducta. Tu atribución de los factores causales de dicha molestia al aburrimiento parece delatar:

a) tu propósito de dejar bien claro que alguien con tu estilo y categoría jamás se dignaría a tratar con alguien como yo, a no ser que el mismísimo infierno de los vivos se esté abriendo bajo sus pies en soporíferas formas. Te diré algo: alguien que siente la necesidad de explicar sus motivos sin haber recibido crítica alguna... no sólo carece de eso que tú llamas estilo, sino que realiza un doble esfuerzo completamente innecesario e incluso contraproducente si éste es observado con detenimiento por las personas ante las cuales te excusas.

b) tu propósito de dejar bien claro (bis) que te son indiferentes los hipotéticos efectos que produzcan mis palabras en Lula. Efectos que, dicho sea de paso, no espero que vayan a darse: tomará mis palabras como una adulación algo torpe (y despreciable, como cualquier adulación), no como una ofensa de ocultas y seductoras intenciones.

PD: Yo también me aburro y sufro mucho. Qué dolor tan grande el que siento al malgastar mis energías rizando el rizo en este ameno pero insulso ejercicio de verborrea.

x_____D

WaterLula Von Hooligan dijo...

Juajajajajajaja.

Continuad, chicos, por favor.

romeo dijo...

Me estaba preguntando a mí mismo si debería responderte o no...

¿Qué pretendo con ello?

Si quiero ser justo conmigo mismo no debería entrar en el fregado -últimamente trato de huir de las manifestaciones absurdas de poder intelectual, me parecen hipócritas: el contenido es una excusa, y el fondo siempre una pataleta digna de un preescolar-, para serlo contigo -justo, no sé si me explico-, después de haberte puesto verde de esa forma tan poco elegante y patética y sin motivo alguno, sí tendría que hacerlo; pero tampoco te conozco de nada: ¿Es verdaderamente necesario que me comprometa por un extraño? Pues no, pero lo que es justo es justo.

No había captado la ironía, es cierto. Te pido disculpas. Tienes razón: dedicar tiempo para explicar a un idiota que es idiota significa que también tú lo eres, sobre todo cuando no has entendido a quien criticas.

Soy de una naturaleza un tanto extraña.

Romeo Cosardiela Jr

Anónimo dijo...

El de la Jaguar soy:

Lula hacia tiempo que no te leía y he flipado con este texto, tremendamente veloz y jodidamente divertido. Me has hecho pasar un buen rato con tanto alboroto.

Y ahora para Romeo y nsK: Se que llego tarde a este post pero he de deciros que sois unos coñazos de tíos, no escribáis ese tipo de cosas por que con ello conseguís que tenga que leérmelo todo con cierto aburrimiento después de tanta verborrea.

Romeo Cosardiela... con ese nombre seguro que tienes que hacer unas canciones cojonudas... en cuanto a tus post... sintetiza tío, sintetiza.

Veis!? habéis conseguido que yo haga los mismo!

Lust dijo...

si "hemos conseguido que hagas lo mismo"... ¿por qué nos aconsejas lo contrario?

De todas formas te comprendo: estas elucubraciones sobre la conducta ajena son divertidas y es normal que intentes formar parte de ellas, aunque tu consejo sea un torpe intento de situarte a un nivel superior al nuestro y tu imitación de nuestro supuesto error una forma de ganarte nuestra complicidad. Lo peor de todo es que seguramente ni siquiera te das cuenta de ello.

Ah, y yo que tú me ahorraría perlas del estilo "eh, no te ralles, tío! sólo estaba de coña!", porque refugiarse en el tono de broma de una observación es bastante patético. Las bromas también tienen su finalidad, si no fuese así hace tiempo que hubiesen dejado de existir. De ahí el dicho popular (bastante simplista, eso sí) que afirma que todas las bromas tienen algo de verdad.

Recibe un cordial saludo desde mis huevotes cargados de afecto y comprensión. (:

Anónimo dijo...

El de la Jaguar soy:

Nsk... ve al psiquiatra y que te recete algo que te deje bien dormidito. Muy bueno por tu parte que trates de adelantarte a mis propios pensamientos. Pero tus juicios e intuiciones son del todo erróneos.

Mi intervención en tu conversación y la de Romeo solo era un pretexto para saludar de manera solapada a dos buenos amigos que conozco muy bien y de sobra.

Vamos... que tu y tus huevotes me la sudan, gañán!

Lust dijo...

tu respuesta es una perla de las que hablaba en el comentario anterior. Que yo sepa, para saludar a alguien no tienes que hacer observaciones sobre el comportamiento de otros ni darles consejos. Son cosas separadas y tu motivación es diferente para cada una de ellas, aunque vayan en el mismo texto.
Para mí lo relevante es que me has mencionado, no a quién conozcas. Sigo pensando exactamente lo mismo de tu primera intervención. ¿Despreocupada? Tal vez, como la mayoría de las aquí presentes (¿o te crees que a todos los demás nos va la vida en esto?), pero cada una de tus palabras tiene una finalidad, aunque sea desconocida para ti. Las causas que te impulsan a actuar como lo haces no tienen por qué resultarte necesariamente intensas, ni mucho menos nítidas. Respecto a tu segunda intervención, te has limitado a decir que me equivoco y a llamarme gañán, sin argumentar absolutamente nada. Todo bastante mecánico, bastante vacío.
Un saludo.