miércoles, 29 de octubre de 2008

Todos los perros van al cielo

Y por fin, después de una semana de carestía económica, vuelvo a tener en mi poder el presupuesto suficiente como para dedicarme al registro de pensamientos desde bares sin que el temor a que no me llegue el dinero por desconocer el precio de la copa característico del lugar me impulse a escapar calle arriba colmada de furia y con la frustración de un infante, dispuesta a pagar mi desidia con la primera persona que se me cruce en el camino de vuelta a casa. Me estoy tomando un vodka tónica y una ración de pistachos más que considerable. ¿Almendras o pistachos?, me ha preguntado el viejo a cargo del antro en que me encuentro (que además de pertenecerme por derecho a fuerza de frecuentarlo un día sí, y otro también, es un recinto de cuatro paredes al que no sé muy bien por qué asocio la inspiración con que me codeo últimamente). Me da igual, le he respondido. Igual no te puede dar, porque el sabor es bien distinto. Vale, de acuerdo, pues pistachos. ¡Ah! Si ya sabía yo que lo mismo no te daba. Pues no, la verdad. Pero ya se sabe, la cortesía estúpida que impulsa a los seres humanos a comportarse como si le debieran algo a alguien, y que en casos extremos llega a patologizarse en síndromes de Estocolmo y enfermedades varias relacionadas con la dependencia y con la sorpresa ante la amabilidad inesperada del que ha de secuestrarte, o de cobrarte, según el caso.

El otro día, antes de quedar con nadie, me escapé al parque que hay al lado de mi casa. El parque en cuestión es un espacio relativamente pequeño de arena y cemento en el que niños y perros alternan su entretenimiento con una armonía que, ahora lo sé, sólo es posible entre seres inconscientes de su propia consciencia. Entre seres desvergonzados, quiero decir; entre seres que hacen lo que les place y a los que una reprimenda no les supone más que adoptar una apariencia compungida de cabeza gacha y ojos de cordero. Aunque lo que habitualmente recibo cuando, impulsada por mi devoción animista hacia los animales, acudo a ese parque a intentar trabar conocimiento táctil con los ejemplares caninos que más atractivos me resultan, es una indiferencia soberana y aun insultante hacia mi persona, lo de la otra tarde constituyó la excepción que hace interesante a toda regla que se precie de no serlo en absoluto. Nada más poner un pie en el camino central de baldosa que araña el parque de norte a sur, una algarabía de perros de lo más variado se dignó recibirme con un estruendo eufórico de ladridos, lametazos, amagos de salto y aproximaciones a mi cara que, he de reconocerlo, me imbuyó de un orgullo difícil de transcribir en palabras. Un bull- dog blanco y precioso me encharcó de babas los bajos bordados de mi falda negra semi- larga, un cachorro torpón y desmadejado de pastor alemán (de esos que avanzan a zancadas desproporcionadas y parecen tener bajo las patas muelles en lugar de almohadillas) me ofrendó el tesoro de un palo nudoso apretado entre sus fauces que, al tratar de apresar entre mis manos, retiró juguetón en un tira y afloja de lo más infantil y asilvestrado; un perrillo miniatura rebelde que ignoraba soberano y a sabiendas los reclamos histéricos y humillados del ser humano de su propiedad que lo perseguía indignado y escandalizado ante su desobediencia, se empeñó en escoltarme a lo largo del paseo y en treparme al regazo cada vez que me daba por aposentarme sobre la madera mugrosa de alguno de los bancos desperdigados a izquierda y derecha del camino central. Yo sólo podía contemplarlos y sonreír para mis adentros, pues en media hora había quedado con Chechu y sentía que el recibimiento del que me había hecho objeto tan pintoresca conjunción de felices criaturas constituía toda una ofrenda en materia anecdótica para mi amor. Cuando permanecemos en ese parque sentados el uno junto al otro y yo intento, sin que ninguna de sus advertencias en contra consiga hacerme desistir, llamar la atención de alguno de los animales que me agradan con silbidos, chistadas y un sonido característico inspirado en la película ¡Un, dos, tres, splash! que aprendí a ejecutar hace años a fuerza de masacrarme la garganta con inspiraciones de aire hacia dentro, él me reprende severo e impulsado por una timidez encantadora con respecto a los dueños de los animales:

- ¡Iria, sabes que me encantan los perros, pero no sus dueños!

Y la verdad es que tiene razón. Los amos de los canes son encarnaciones de la más soberana estupidez. ¡Ven aquí, Laika! ¡Tyson, no toques eso! ¡Lúa! ¡Gato! (todos nombres reales, lo juro). Si tuvieran hijos, que no los tienen, se comportarían con ellos de la misma manera en que lo hacen con sus mascotas. ¡Con el gusto que causa contemplarlos correr alocados y sin preocupación alguna por entre los arbustos y las piernas de las personas! ¿Por qué llamarlos tanto, por qué educarlos hasta la extenuación? Que se muerdan, que forniquen, que echen carreras, que den coba a los extraños... ¿a quién deberían importarle semejentes manifestaciones de la libertad? En ocasiones pienso que las personas que se comportan así con sus perros lo único que están haciendo es ejercer con criaturas inferiores la autoridad que no pueden imponer a sus semejantes. Eso me hace plantearme hasta qué punto estamos capacitados para educar a un recién nacido, ya sea humano o animal, y en qué grado esa incapacidad nuestra podría o no podría ser beneficiosa para él.

En el parque, en cambio, hay una mujer que nos tiene enamorados. Es la dueña de un chuchillo feúcho y sin pedigrí cuyo nombre, pronunciado cantarinamente por su ama, no llegamos a descifrar pero sabemos que incluye al menos una a y una o (en ese orden). La mujer es una vecina del barrio de toda la vida, medio retrasada y gallega de nacimiento, que siempre me pregunta por mi abuela a gritos de acera a acera de la calle:

- ¿¡¡¡¡¡Y qué tal mi paiiiisaaaana!!!!!?

Es una mujer bigotuda de unos cuarenta años con el pelo corto y canoso, vestida con mandil de campesina y zapatos de esparto, que se comunica a voces por el vecindario sin pudor ni consciencia alguna de las burlas que suscita. Su madre, una obesa de más de ciento cincuenta kilos, la explota desde que era adolescente con la excusa de una inmovilidad que sólo es tal porque así lo ha querido ella desde que supo a su hija cualificada para la tarea de esclava. Todas las tardes, a la misma hora, acude al parque con su perrillo para sentarse en un banco y dedicarse, con esa entrega de la que sólo los niños y los locos de remate son capaces, a llamar la atención de todos y cada uno de los canes que interceptan su visión. Y lo curioso es que lo consigue, la muy genia. Todo perro, ya sea pequeño o grande, hostil o amigable, pasota o entregado, se presta al juego interminable de pasar una y otra vez por el túnel de sus piernas abiertas y sin depilar, mientras ella ríe a carcajadas y los va rebautizando con una falta de criterio que quizá sea azarosa sólo en apariencia. ¡Pepa! ¡Lola! ¡Manolito! El caso es que es a ella, y no a sus amos, a quien los perros hacen caso. Aunque ni siquiera conozco su nombre, si algún día muriera me gustaría ir a su entierro (y con eso creo que lo digo todo).

Cambiando de tema, la semana pasada se me ocurrió que si llegara el Apocalipsis y Dios bajara de las alturas para confesarme, ante toda una multitud expectante, que debido a todas mis malas acciones y desconsideraciones para con la humanidad mi destino es el infierno, yo le contestaría lo siguiente:

- Si he de bajar al infierno, quiero hacerlo en tobogán. A poder ser con loopings y con Dazed and Confused atronando los subterráneos. Y si no no hay trato, colega. Así que aquí dejo un enlace, para los posibles ignorantes que no sepan de qué canción hablo, que espero les ayude a imaginar el modo en que este tema debe de sonar entre llamas y ya sin esperanza alguna de redención.

Chechu: te quiero.

13 comentarios:

Doctor Krapp dijo...

Quizás no venga a cuento, pero no puedo resistir la tentación de poner un chiste de Castelao:
Dibujo:
http://vello.vieiros.com/museohumor/imaxes/dcastelao.gif
Texto:
-¿Por que non lle dás de comer ao can?.
-Para o que traballa...
-Pois entón, ¿Por que non o matas?
-Para o que come.
Me encanta Led Zeppelin

Anónimo dijo...

Jajajaja, que bueno el chiste de Castelao.

Me encantan tus peroratas, niña salvaje. Enganchan un montón. Eres buena... Muy buena.

La música... ¡jo!... debe ser cosa de la edad (la mía), pero si me las haces escuchar de nuevo creeré que estoy ya en el infierno.

Bessin.

Anónimo dijo...

Compruebo con satisfacción que no me equivoqué con usted.

No sólo es una caña, sino que además escribe genial, si acepta la opinión de un humilde lector.

Ha dado un repaso a toda una fauna urbanita (y no me refiero a los animales) que se comporta miméticamente, practicando unos standares de conducta que harían bostezar a las ovejas.

Me he puesto otro nick más acorde con lo que me inspira usted. El ufff, tiene connotaciones de fastidio y usted –de momento- me inspira todo menos fastidio.

Lo seres humanos queremos humanizar a los animales,como si eso fuera un avance, pues el ser humano a día de hoy es un híbrido insufrible entre el animalito que en realidad es, y el Dios al que aspira ser y que jamás alcanzará.

Esa humanización tiene tintes verdaderamente insoportables no sólo cuando intentan instruirlos (algo absurdo) sino también cuando los visten como personas, los peinan horripilantemente…

Sí, esa mujer básica, con su aroma atractivo para los canes y su falta de artificio, puede resultar más atractiva en un paisaje monocorde de comportamientos tópicos e insulsos.

Insisto, el placer ha sido mío. Conocer una rebeldía como la suya , y además creativa, es un autentico lujo para mí.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Con las prisas se me ha colado autentico sin su correspondiente tilde: auténtico.

Las prisas, que son muy malas.

Del resto de errores, más que posibles, no me he percatado.

Saludos de nuevo.

Anónimo dijo...

Estimada y hermoseada señorita:
He publicado en mi blog: www.molestoluegoexisto.blogspot.com un artículo que quizás pueda que le sea de interés leer. Trata acerca de ese sentimiento que, por desgracia esclaviza a muchos; el odio. Si es su deseo también puede dejar constancia de su opinión.
Espero que mi perspectiva le sea de su agrado.
Un cordial saludo desde Gran Canaria.
Por cierto... mi enhorabuena por ser "rara". En los tiempos que corren la gente "normal" deja mucho que desear.

Hank dijo...

A pesar de estas encantadoras estampas urbanas que nos deparas, estás descuidando ligeramente tu prosa, joven. Por ejemplo, lee en voz alta la enorme primera frase de este texto y me cuentas.

Una idea brillante y muy bien expresada: Pues no, la verdad. Pero ya se sabe, la cortesía estúpida que impulsa a los seres humanos a comportarse como si le debieran algo a alguien.

Una imagen muy visual: de esos [perros] que avanzan a zancadas desproporcionadas y parecen tener bajo las patas muelles en lugar de almohadillas.

Es lo que tiene tu bendita espontaneidad.

Besoscenos.

WaterLula Von Hooligan dijo...

Bueno, bueno, bueno... ¡cuántos comentarios! A ver si encuentro las palabras, o las ganas a secas, para responder a cada cual como se merece. Vayamos por partes:

Doctor:
1º. El chiste, cojonudo (y más en el idioma original, que transforma lo meramente gracioso en encantador por derecho propio).
2º. Celebro su criterio musical con confeti y serpentinas de colores.

Sinuosa:
Si al infierno has sido transportada, es que la canción supera con creces las satánicas expectativas de los compositores. Felicitemos, pues, a los señores Page y Plant, y no a la autora de este texto costumbrista que les menciona de paso y sin profundizar ;)

Ufff:
Me alegro de que le agraden mis contenidos además de mi aspecto y mi tendencia a la polémica.
En cuanto a las vestimentas caninas llamativas, la palma se la lleva un perro con botas que tuvimos la oportunidad de ver en Brasil. ¡Con botas, sí! (y no era gato, sino perro). No sé si serían o no de siete leguas, pero lo cierto es que el can se pavoneaba de lo más orgulloso con su calzado blanco, y en absoluto parecía ofendido o perturbado por la presencia de tan incómodos apéndices textiles al extremo de sus frágiles patitas. ¡Ver para creer! Yo, personalmente, me descojoné.
No se tome las molestias de corregir lapsus ortográficos. Le considero lo suficientemente letrado como para que hasta mí se me pasen por alto (vamos, que si no hubiera sido por su nota a pie de página ni me hubiera percatado de la omisión). Aún así, comprendo y aplaudo el perfeccionismo subyacente.

Arcana Mundi:
Antes que nada, le advierto que lo que va a leer a continuación no le va a agradar en absoluto. Tras un considerable esfuerzo, he logrado finiquitar el artículo que decía estar interesado en que leyera. ¿Y por qué tras un considerable esfuerzo? Pues porque el artículo en cuestión me ha parecido, a pesar de toda mi buena disposición hacia usted, un mayúsculo e infumable tostón. Vamos, que el símbolo químico de su texto, y para ponernos a su altura en lo que a pedantería respecta, es ni más ni menos que Pb (plomo, para los que sean de letras y no alberguen la más mínima intención de buscar en Internet el significado de tan misteriosas siglas). Hasta más o menos la mitad, el texto no me revela nada de la persona que lo escribe, si exceptuamos una cierta tendencia a resumir cronologías de pensamientos ajenos relacionados con un concepto determinado (en este caso, la “pasión humana” y la conveniencia o no de subordinarla a la razón). De ahí pasa a justificar de manera más o menos exhaustiva el desatino que supone albergar en nuestros fueros internos esa emoción tan humana y molesta que es el odio y que, según usted, nos mina y anula hasta el punto de reducirnos a poco menos que despojos sin capacidad alguna para el amor.
No sabría decirle si está o no en lo cierto. Por un lado, es indudable que el odio cronificado nos reduce a la nada y que, cualquier ser humano que tenga un mínimo de consideración para consigo mismo, evitará dicha cronificación en la medida en que sus experiencias vitales, o su raciocinio, le permitan hacerlo. Pero eso es una obviedad y dudo mucho que su escrito pretenda dejar constancia de una evidencia al alcance de cualquiera. Lo que me irrita no es tanto el contenido de lo que dice como el orgullo camuflado de humildad con que pretende hacerlo pasar ante los ojos del lector. Pone como ejemplo una experiencia personal en la que usted, ante el saludo supuestamente hipócrita de un individuo que no es de su agrado, hace gala de un autocontrol sumo devolviéndole simplemente el saludo en lugar de abofetearle hasta la extenuación. Y yo me pregunto: ¿qué tendrá eso que ver con el odio al que usted hace referencia? Me hubiera resultado mucho más interesante la descripción del modo en que usted abofetea a un necio que la de la autosatisfacción que siente al no hacerlo y que, lamento decirle, invierte la necedad a su favor transformándole en un hipócrita. Hay dos tipos de venganza, la física y la intelectual, y la mayor parte de las veces la segunda esconde intenciones mucho más oscuras que las que se derivan de propinarle un puñetazo a alguien en un momento determinado.
Hay otra cosa que me mantiene intrigada: ¿por qué ese interés en que leyera precisamente ese artículo, y no otro? Dado que no ha dejado comentario alguno en mi blog, y que sus inclinaciones morales fluyen en direcciones, si no contrarias, sí al menos discordantes con las mías, no alcanzo a comprender qué tipo de afinidad le ha llevado a concluir que el contenido de su texto podría ser de mi agrado, o aun de mi incumbencia. A pesar de mis estudios de psicología (los cuales, si he de serle sincera, no han contribuido un ápice a completar la escasa sabiduría que albergo acerca del Hombre como ser pensante y sintiente), no se me da muy bien hacer análisis exhaustivos de la condición humana. Procuro aferrarme a la belleza para mantenerme a flote en un entorno que en muchas ocasiones me resulta anodino y, por qué no decirlo, odioso hasta más no poder. Pero tengo clara una cosa: la literatura parte del conflicto, y el conflicto, mal que le pese, confluye con el odio en muchas de sus dimensiones. Una pregunta retórica que he expresado muchas veces en mis escritos (tantas, que hasta me suena ya a frase hecha), es la siguiente: ¿de qué podría escribirse en un mundo perfecto y en completa armonía y, ante todo, por qué tendría uno que molestarse en escribirlo? Sé que no es un pensamiento solidario, pero artísticamente hablando la solidaridad –excepto, quizá, en los relatos de aventuras o en las ñoñerías victorianas de Dickens- es una falacia. Comprendo lo que dice e incluso podría estar de acuerdo con el 80% de los términos que expresa, pero… ¿y qué? La finalidad última de la literatura (y aun del ensayo) es conmover, y a mí su texto no alcanza a alborotarme ni un mechón de pelo.
Lamento resultar tan tajante, pero de masturbaciones mutuas ya está el mundo lleno y yo no me sentiría bien vendiéndole una respuesta diferente de la que le he dado.

Hank:
Al principio he pensado que las frases descuidadas a las que te referías eran las que has señalado en tu comentario como “brillantes” y “visuales”, y la verdad es que no entendía tu apreciación. Ahora me he dado cuenta de que es la megasentencia que abre el texto, y no las acotaciones incluidas en el comentario, la que describes como “ligeramente descuidada”. Pues sí, la verdad es que construcciones más brillantes se me han leído, jajajaja. Pero en fin… de un tiempo para acá utilizo el primer párrafo de cada texto como ejercicio de precalentamiento y, la verdad, no me molesto en releerlo hasta el punto de sintonizar con desviaciones finas. Es, al fin y al cabo, un fragmento vacío de contenido. Pero gracias por el rapapolvo, ahora sé que no me conviene descuidar las maneras ni aun en los comienzos balbuceantes de lo que me da por manifestar cuando me siento borracha como una cuba ante el ordenador que me ha caído en gracia (ya sabes de lo que hablo, ¿no?).
Por cierto, incluso una palabra inexistente como besobsceno lleva b intercalada. :P (jódete, cabrón).


Bessos,

4ETNIS

Rocío dijo...

Llévate un pastel de miel para engatusar al perro infernal, aunque, por lo que he leído, pasará feliz sus tres cabezas por el regazo de tu alma.

Prometo ponerme al día con las dos entregas que me faltan ya me dejes bizca ;)

Besso grande

WaterLula Von Hooligan dijo...

La verdad es que si Dios me concediera el privilegio de bajar al averno en tobogán, supongo que la inercia de la caída desde la superficie terrestre me permitiría propinar al jodido cancerbero una patada con la fuerza suficiente como para ponerle del revés el trío babeante de cabezas. O si no me llevo a la loca del parque, que seguro que se lo camela...

Un besso, rubia;

4ETNIS

Lust dijo...

Iba a soltar un par de burradas, pero vista la cortesía imperante por estos lares, mejor hago un comentario un poco más condescendiente:

Queda muy poca gente que sepa disfrutar de un buen rato de observación conductual. ¡Me alegro de encontrar a una persona así por aquí!

... No, definitivamente no es mi estilo. Lo cierto es que te encontré gracias a uno de los intereses de tu perfil: "follar". También es cierto que me llamaron la atención tus... Bueno, dejémoslo en que me llamó la atención tu foto. Ah, y tampoco escribes del todo mal, jajaja.

Bromeo, obviamente. Estarás cansada de aduladores, pero me ha gustado lo que he leído. Tu blog tiene un nuevo adepto.

Un abrazzo.

WaterLula Von Hooligan dijo...

No he visto que en tu blog tengas como interés "follar", pero bueno... en cualquier caso, se agradece la sinceridad y el descaro. De ahora en adelante ahórrate los eufemismos, pues te encuentras ante una completa sinvergüenza con muy poca educación que oponer y casi ningún escrúpulo que objetar a cualquier cosa que se diga desde la entraña.

Un besso,

4ETNIS

PD. ¿Abrazo con doble z? Eso quiere decir abrazo de oso... perezoso. ;)

Raúl dijo...

Abigarrado, en su contenido; ligero -salvo el primer párrafo, ya discutido por Hank- en cuanto a sus formas. Una suerte de vomitona mental, de crisol de todo, perfectamente hilada.
No se te puede negar lo frenético, en el ritmo de este relato.
Genial.

WaterLula Von Hooligan dijo...

"Frenético" es, para serte sincera, una de los adjetivos más halagadores que me has dedicado desde que te conozco.
Me gusta que mis textos se lean tomando carrerilla, in crescendo; desde la calma inaugural con que comienzo, hasta el cañonazo que con pólvora clausura lo que digo corroborándolo.

Gracias por el piropo. Procuraré que no se me suba a la cabeza ;)

Un besso,

4ETNIS